Un viaje al interior: Mi primera vez tomando microdosis de Iboga
Estoy aquí para compartir un viaje personal con la microdosis de Iboga. Comenzaré diciendo que tengo muy poca experiencia con los psicodélicos: he tenido únicamente un par de viajes sutiles con hongos alucinógenos, no de manera terapéutica sino recreativa. Esta fue la primera vez que decidí embarcarme en un viaje a mi interior, con la ayuda de una poderosa herramienta llamada Iboga, que es la raíz de la planta llamada Tabernanthe Iboga, originaria de África central.
Comúnmente la gente piensa que la ibogaína (sustancia activa de la iboga), al ser un psicodélico, tiene un efecto similar a la psilocibina, pero no es así. La ibogaína es considerada una droga disociativa eso quiere decir que genera un efecto de observador, permitiéndonos tomar distancia de nuestra propia mente. Esto no quiere decir que nos quedemos descerebrados y nos volvamos idiotas, sino que podemos observar de manera más clara nuestros patrones y discursos mentales. En mi opinión -porque recordemos que este breve artículo se trata de mi viaje personal- la ibogaína es una sustancia muy mental. Por supuesto que hay momentos donde nos hace sentir más en contacto con nuestras emociones, pero principalmente actúa en nuestro plano mental.
El primer contacto con una dosis muy pequeña fue bello: me sentí contenta, los colores se veían más brillantes y me sentí muy relajada. Conforme fueron pasando los días noté que mi mente estaba más tranquila, en lugar de sobrepensar las cosas siete veces, sólo la sobrepensaba tres, por decir algo. Es como si el espacio que hay entre el primer impulso que sientes, y la acción ligada a éste, se hiciera más corto. La vida se volvió un poco más “sencilla” por llamarlo de alguna forma, hay más acción y menos confusión y ansiedad alrededor de cada idea.
Otra cosa interesante y muy positiva que sucedió alrededor de la tercera semana de microdosis, fue que se abrió una ventana de un par de horas donde pude enfocar mi mente en múltiples tareas, mover mi atención de una actividad a otra sin distraerme en el proceso y así alcanzar un buen grado de productividad.
El hecho de poder desvincularme un poco de mi mente, me dio mucha claridad con respecto a mis emociones y la manera en la que reacciono a los estímulos externos. La iboga es un gran auxiliar para distinguir tus procesos mentales y descubrir qué clase de enfoque necesitas para continuar tu sanación mental y espiritual. En mi experiencia, fue un viaje suave y amoroso hacia adentro.
Por Andrea Thomsen.
Sobre Andrea Thomsen: Gestora cultural, amante de las artes y caminante del territorio espiritual. Escribe, observa y escucha. Coordina proyectos que tienen corazón.